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Foto del escritorFrancisco Pérez Benedicto

EL DOLOR DE LA SAL - Una novela de Andrés Rodríguez Domingo



1.- La primera pregunta después de terminar de leer tu fantástica novela: “El dolor de la sal”, es clara. ¿Por qué Noruega? Quiero decir, ¿hay una intencionalidad en situar la trama en un país nórdico por algún motivo? ¿Tal vez reflejar el hecho de que este tipo de terrorismo de género ocurre en cualquier sitio?

Así es. En cualquier lugar puede darse la barbarie. Ahora mismo, en este preciso instante y en algún lugar del mundo, hay mujeres que están siendo asesinadas, violadas, vendidas o esclavizadas, humilladas y torturadas... la violencia contra las mujeres es una emergencia mundial.

En “El dolor de la sal” quise ubicar la mayor parte de la acción en Noruega, porque es considerado uno de los países catalogados por la ONU como de los que gozan de mayor nivel de bienestar. Lo curioso fue que, tras investigar un poco, descubrí que sus índices de violencia machista eran similares a los de España. Y por otro lado también buscaba el contraste de un entorno espectacular y luminoso con una microhistoria terriblemente cruel y oscura.


2.- Erick Myklebust es un “hombre diez” en el aspecto físico. Guapo, musculado, de mirada penetrante. Que además, sabe cómo ganarse a sus presas. ¿Querías crear esa dualidad o contradicción de que el peor hombre puede ser el más atractivo a veces?

Sí, cualquier hombre puede ser un maltratador, y en esta historia le toca a él ser el guapo. Un narcisista muy atractivo.

Conocí a una chica que me confesó que le fue del todo imposible no enamorarse del que acabaría siendo su agresor...


3.- Una de las cosas que más me han gustado en tu novela es la gestión del pasado. En concreto, el pasado de la familia de Stina. Me parece soberbio cómo lo vas descubriendo poco a poco al lector. ¿Te costó dosificarlo?

Mucho. No quería precipitarme. Me preocupaba mostrar demasiado rápido como es el proceso de degradación en la relación de pareja. Supongo que por eso la novela ha acabado siendo tan extensa… Tenía que narrarla muy poco a poco porque se trata de un tipo de relación afectiva que se va pudriendo lentamente. Stina no debía de percatarse de que estaba siendo enredada, pegada a una telaraña que la iba a acabar por inmovilizar.


4.-En la novela hay un instrumento musical protagonista: El oboe. ¿Tienes alguna preferencia personal al respecto para haberlo elegido?

Pues no especialmente, pero el día que volví a ver a Jeremy Irons tocar el oboe en la película "La Misión" le pregunté a un buen amigo si sabía de alguien que dominase aquel instrumento. Me presentó entonces a su hermana, oboísta. A partir de ahí fluyeron las ideas.


5.-En “El dolor de la sal” hilas con maestría una trama que va de Asturias a Noruega pasando por el régimen Nazi. Aunque todos estos elementos puedan parecer deslavazados o sin aparente relación, consigues que todo confluya y que la historia sea consistente. ¿Cuál fue tu estrategia para conseguirlo?

Primero estudiar, observar y reflexionar. Lo segundo, cuestionarme imposibles. Acostumbro a contraponer absurdos hasta que alguno se vuelve probable y creíble.


6.- Eres un escritor super versátil. Igual escribes sobre la ansiedad en “Diario de un optimista novato”, que nos trasladas al siglo I en la Jerusalén bíblica en “El tiempo de la cebada” o al período de la guerra civil española en “La memoria robada”. Y ahora nos ofreces esta historia que gira en torno a la violencia de género. ¿Cómo estructuras o decides las temáticas de tus novelas en cada momento? ¿De dónde surgen las semillas de tus historias?

Créeme si te digo que yo soy el primer sorprendido por esa versatilidad, pero es que en la vida casi todo es interesante si quieres que lo sea. Y te pilla en el momento oportuno, claro. Si tengo varias historias rondándome en la cabeza, lo que hago es empezar a documentarme sobre ellas en paralelo para discriminar. Me intereso, me informo, conozco gente, escucho sus ideas… Y entonces, como me sienta a gusto y emocionado con alguna, mi excitación creativa se dispara y le hago caso.


7.- La creación de Erik Myklebust como personaje me parece redonda. Va creando en el lector una pátina de desprecio pausado, invisible, sabiendo que es el maltratador pero sin llegar a odiarlo desde el principio. ¿Cómo te planteaste este carácter y su descripción?

Quería que desde las primeras páginas el niño Erik despertase ternura y se le cogiese cariño. Él no tiene ninguna culpa de que los padres que le han tocado sean unos cafres. Necesitaba de algún modo explicar que la violencia se aprende en casa, y por eso he intentado que el lector empatice con una infancia tan dura. El temperamento y la personalidad de Myklebust está medida, planeada y trabajada gracias a diversos encuentros que mantuve con un doctor en Psicología. Me explicó, desde su propia experiencia con un paciente narcisista y un parricida, cómo piensan estos individuos. Yo era de los que creía que un hombre cambia en algún momento de su vida y se vuelve violento hasta convertirse en agresor. Error. Alguna mujer ya me había advertido que su pareja siempre había sido mala persona, pero ella se negaba a verlo o simplemente era incapaz de aceptarlo. Un maltratador es siempre un tramposo mentiroso.


8.- Otro de los personajes emblemáticos de la novela es Jorgen. Me parece el contrapunto al maligno de Erik. Jorgen es la bondad sin dobleces, sin zonas oscuras. ¿Te pareció necesario crearlo para compensar la lucha del bien con el mal?

Conscientemente el personaje no fue creado para eso, aunque reconozco que admiro profundamente a las personas buenas y nobles que, como Jorgen, padecen algún tipo de discapacidad. Mientras escribía esta novela he tenido muy presente a mi primo Sergio. Aunque sufría parálisis cerebral profunda a mi me encantaba hacerle reír.


9.-Hay en la novela también un tratamiento sobre la enfermedad mental y el tratamiento que se ha hecho de ella durante la historia. Es un tema que creo te interesa mucho. ¿Nos podrías contar si estoy en lo cierto y si lo que quieres es demostrar que es necesario normalizarla en esta sociedad hiper correcta que nos toca vivir?

Que levante la mano quien no haya sufrido resfriados mentales, gripes o neumonías emocionales… enseguida te percatarás de que hay una inmensa mayoría de personas que vive o ha pasado por episodios similares.

Tanto con el "Diario de un optimista novato", como con "El dolor de la sal", están sucediendo cosas maravillosas: hay personas que me agradecen enormemente que haya dado voz a un problema que, en mayor o menor medida, también es o ha sido el suyo. Resulta muy gratificante ver la magia que aparece cuando verbalizas un problema que afecta a lo más íntimo del ser humano. Me están llegando sentidos comentarios de mujeres que ahora se atreven a visibilizar sus terribles historias de maltrato después de haberse visto reflejadas en el personaje de Stina. Ese es el auténtico éxito de la novela, o al menos yo me lo tomo así.


10.- Sin duda Stina es la gran protagonista y se merece una pregunta clave. Has descrito de forma magistral su descenso a la dependencia del terror que Erik le infunde. Su anulación como persona y su proceso de alienación. Es muy duro leerlo. Ayer, que leí de un tirón casi cuatrocientas páginas, no pude parar de leer hasta que no llegué a un apartado en el que se veía una luz para ella, y entonces pude respirar. ¿Ha sido duro el proceso de creación de Stina?

Bastante, pues aunque la historia es ficción está inspirada en la experiencia de mujeres reales. Escucharlas y conocer vidas destruidas por un tipejo malvado, te parte el alma. Puede parecer injusto, pero he aprendido mucho gracias a ellas y a ese dolor tan profundo. El sonido de unos pasos o unas llaves girando en la cerradura pueden hacer que te orines encima. Una mirada puede bloquearte, paralizarte, puedes perder la voz o incluso la visión… sabes que vas a ser golpeada o violada. Es un dolor horroso, incisivo, penetrante, intenso y muy vergonzante... un dolor que se vive mezclado con lágrimas. El dolor de la sal.


11.- Las noticias sobre violencia de género y sobre asesinatos de mujeres se han convertido en algo habitual, lamentablemente, en los noticiarios. Es terrible que ya se traten como datos estadísticos y, para los que somos espectadores de esas noticias, son un dato que escuchamos durante unos segundos y después continuamos con nuestras vidas. ¿Qué podríamos hacer para concienciar más a la sociedad de la lucha contra esta lacra?

No apartar la mirada. Mirarlas a los ojos. Hay que llorar con las víctimas, rescatarlas y ayudarlas hasta la extenuación. Son supervivientes de una guerra. Hoy en día el problemón es descomunal. Se llama «odio a las mujeres». Existen muchos hombres que las creen inferiores y las quieren sumisas.

Recuerdo la primera vez que hablé con una chica víctima de violencia de género. Me notaba inquieto porque no sabía muy bien cómo convenía tratarla para no parecer paternalista. Necesitaba saber que era lo que no debía preguntarle...

—¡Estoy cansada de que me pregunten por qué lo aguantaba! —espetó de sopetón—. Así que por favor mejor no lo hagas —sugirió con rabia mal disimulada.

La mujer me estaba pidiendo a gritos que no la juzgase. En ese momento se encendió una lucecita y pude ver como mis prejuicios se iban al traste. Y mira que tenía… A esta chica, un indeseable la había sometido a toda clase de vejaciones, tanto psicológicas como físicas, hasta dejarla al borde de la muerte. Pasó de víctima a superviviente en un hospital. ¿Quién demonios era yo para juzgarla con mi verdad?


Lo que está sucediendo en Afganistán debería dolernos. La maldad de un puñado de hombres va a imponer su misoginia a lo bestia. Miles de mujeres y niñas van a ser doblegadas para dejar de ser personas y convertirse en esclavas. Terrible. Y si para tranquilizar la conciencia hay quien todavía busca un ápice de justificación culpabilizando a una religión, tiene un serio problema. Ninguna persona merece ser agredida por ser mujer. No hay debate. No existe un solo motivo que justifique la violencia de género. Ni uno.


Comparto un fragmento del fantástico prólogo de Pilar Escotorin: «La violencia machista es un problema social que es causa de dolor, abuso de poder e injusticia. No construiremos una nueva cultura libre de maltrato si no hacemos el ejercicio profundo de comprender desde la mirada de la otra persona. Cuando la sociedad sea capaz de comprender el problema dejará de reaccionar desde el juicio o el prejuicio. Pues en este tema, quien juzga no comprende. Y quien niega, en realidad, no conoce».


12.- Finalmente, no te hago una pregunta. Te doy las gracias. Gracias por esta novela. Gracias, porque, aunque me has hecho llorar mientras la leía, he disfrutado, sufrido, me he enternecido, he odiado, he suplicado y he aguantado la respiración tantas veces que no podía dejarla en la mesilla. Has escrito una novela redonda, rotunda, y demoledora. Me he hecho todavía más fan (que ya lo era) de tu escritura.

Pues si no hay más preguntas, no hay más respuestas. Yo también te doy las gracias por tus palabras, por recomendar «El dolor de la sal» y por la oportunidad de explicarme. Y lo de fan mola, para que te voy a engañar. Gracias otra vez.

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