Para empezar, me gustaría felicitarte por el premio otorgado a tu novela Por mi gran culpa, como la mejor novela del certamen Getafe negro 2020. He de confesar que la lectura de tu novela me ha desconcertado en muchos momentos y aspectos lo cual no es una mala carta de presentación.
1.- Empecemos con lo más complejo, el narrador. En la promoción se indica que Por mi gran culpa quizá sea la primera y única novela narrada y protagonizada por Dios, frase un tanto pretenciosa que genera, sin ninguna duda, una gran controversia y curiosidad en el lector. ¿Tenías esa pretensión cuando la escribiste? Es decir, ¿querías provocar ese apriorismo en los lectores?
Como bien dices se trata de una frase meramente promocional, pero es verdad que tanto a la editorial como a mí nos parecía importante destacar uno de los elementos o, mejor dicho, de las particularidades, más atractivas de la novela. Y lo bien cierto es que, aunque ese “quizá” evita ser categórico, salvo error, no conozco ninguna otra obra literaria –más allá, quizá, de El paraíso perdido” de Milton, del que mi obra es sin duda deudora– en el que coincidan en la figura del protagonista principal y del narrador de la historia, un personaje tan paradigmático de la omnisciencia.
2.- En el transcurso de la novela hay una dispersión de tiempos. En algunos momentos, por ejemplo, está narrando la protagonista en pasado y ello lo combinas con comentarios del narrador en futuro. Me parece una apuesta arriesgada y hasta diría que insólita. ¿Eras consciente de la complejidad que ello aportaría a la trama?
Si por complejidad puedo deducir “atractivo”, soy plenamente consciente. Yo siempre he tenido en muy buena consideración a mis lectores, a los que les reconozco músculo y talento. El lector siempre es más inteligente de lo que el escritor se cree, por lo que no considero que se le tenga que tratar con condescendencia ni paternalismo evitándole juegos de estilo o propuestas narrativas arriesgadas. Detesto los convencionalismos.
3.- La profundidad y complejidad en la novela aumenta con el avance en la trama de forma muy clara. Lo que parece una simple cotidianidad termina de forma muy enrevesada y con gran poso. La evolución que has tenido en ese aumento del andamiaje me parece perfecto. ¿Nos podrías contar un poco cómo lo has afrontado?
Si no recuerdo mal, con ocasión de la publicación de alguna otra de mis novelas, tú y yo ya hemos comentado ciertos aspectos de mi forma de trabajar que responderían –o no– esta pregunta. Yo no escribo con guion, esquemas o escaletas. Yo comienzo a escribir sin saber dónde o cuándo he de terminar, sin conocer el final del camino que he emprendido. Las tramas, y por lo tanto su hondura o su complejidad, van surgiendo de forma natural según avanzo, corrijo y rescribo, hasta acabar alcanzando ese punto en el que como primer lector de mi obra quedo mas o menos satisfecho.
4.- He de confesar que hay dos capítulos que me sacan por completo de la novela: El número 5 y el capítulo número 23. Quizá es mi limitación como lector, pero no llego a entender bien lo que quieres transmitir con ellos o cómo imbricarlos con el resto. ¿Podrías darnos algo de luz al respecto?
Te entiendo, pero yo sin embargo los considero sin duda dos de los capítulos más importantes. Y tataré de explicarlo. Para mí la trama principal solo es un pretexto, un escenario accidental, una base sobre la que se sostiene mi verdadera intención, que es transmitir una idea matriz. Y en este caso, es obvio que lo que subyace durante toda la novela es una patente denuncia de la violencia machista. Pues bien, esos dos capítulos a los que aludes, además de ayudar a extender en el tiempo y el espacio el leitmotiv de la historia –lo que plantea esta novela es que la violencia de género es algo ancestral e intemporal, que quizá provine de la concepción machista que impregna la gran mayoría de las religiones monoteístas– considero que sirven también para informar al lector sobre los antecedentes que vinculan a los antagonistas de la novela.
5.- El carácter y posicionamiento de la protagonista se torna muy diferente conforme avanza la novela con respecto a las primeras pinceladas. Sin embargo, la evolución de su pareja, Adán, es mucho más plana. Supongo que ello es por el peso del papel femenino en la historia. ¿Quisiste transmitirlo así?
Sí. Claro. No hay nada al azar en la construcción de la novela ni tampoco en la evolución de los personajes que la pueblan. Por un lado necesitaba que hubiese un equilibrio en los dos puntos focales centrales; la persona del narrador, y el personaje femenino principal, evitando dispersiones en el lector, de ahí que el resto del elenco actúe más como secundarios que como corifeos. Por otro, es una constante en mi obra el hecho de que los personajes masculinos salgan muy mal parados en constaste con los femeninos. A los primeros –y es algo que quizá me tenga que hacer mirar– siempre los trazo más débiles o más mediocres que a los segundos que, sin duda, son los que ostentan los valores más interesantes.
6.- Hay capítulos que me parecen sublimes, como el capítulo 8 en el que acrecientas el misterio con la aparición de personas en ciertas fotos aparentemente inconexas, o el número 20, creíble y rotundo (esta no es una pregunta, sino una reflexión, pero por favor coméntanos algo al respecto).
Gracias. El capítulo 8 es expresamente muy cinematográfico. Obviamente es un guiño a la maravillosa “Blow-up” de Antonioni o, si quieres, al famoso remake neonoir que hizo de ella Brian de Palma. La primera película la tuve muy presente durante la escritura. La credibilidad del capítulo 20, por su parte, exige cierta complicidad del lector, a quien hasta llegar allí le he ido pidiendo tímidamente que acepte y de por buenas algunas premisas necesarias para que la trama avance.
7.- Algo muy interesante en la novela es la labor detectivesca de Adán. Me gustaría que nos contases cómo lo ves tú como hombre, qué destacarías de sus cualidades y personalidad.
Adán es un complemento en la historia, es el partenaire adecuado, el contrapunto que hace destacar las virtudes y los defectos de la protagonista femenina. A pesar de lo pasivo y timorato que al principio parece, Adán se ve compelido a tratar de hacer algo para resolver los motivos del repentino e inesperado caos en el que se ha convertido su vida. Mientras que por una parte ha vivido en la más inocente inopia hasta el momento en el que se produce el giro dramático, a partir de entonces le concedo cierto arrojo, un atrevimiento y una determinación que ni él mismo sabía que tenía.
8.- Una de las cosas que más me ha desconcertado de la novela es la aparente dispersión de hechos, escenarios, personajes y detalles, pasados y presentes. En algunos casos parecen no tener conexión alguna ni posibilidad de que lleguen a tenerla, aunque al final, la trama entre teje la trenza a pesar de todo. ¿Eras consciente de la dificultad de llegar a aglutinar esa dispersión en un tronco final común?
Claro. Y es ahí donde creo que descansa uno de los atractivos principales de la novela. Ten en cuenta que la trama principal transcurre en un periodo de 24 horas, por lo que se hacía necesario el uso de herramientas narrativas que me permitieran escapar y oxigenar lo estrechos márgenes temporales lineales de la trama principal.
9.- El narrador juega en mi opinión un papel cínico y tergiversador para el lector. Nos cuenta sin decirnos, nos sugiere, nos deja con la intriga, aunque él parece saberlo todo. ¿Cómo has caminado por ese fino hilo que discurre entre la credibilidad y la fábula?
El narrador lo sabe todo. Claro. Y no solo porque sea Dios, sino porque forma parte de la propia naturaleza de todo narrador omnisciente. Pero no creo que sea ni cínico ni tergiversador. De hecho, odio a los escritores mentirosos o fulleros, los que se sacan ases de la manga o conejos de la chistera para explicar las cosas. Al lector no se le puede mentir jamás, pero es lícito conducirlo y dosificarle la información para mantener su interés. Y creo que eso es lo que hace el narrador/protagonista de esta novela. O eso al menos es lo que he intentado que hiciese.
10.- Al final, en esta novela podemos decir que pululan los grandes males de nuestra sociedad, narrados de forma diferente, tangencial en algunos momentos o mollar en otros: el maltrato a la mujer, la corrupción, el tráfico ilegal o los ajustes de cuentas. Son todos asuntos potentes que sin embargo quedan dentro de una narración más o menos amable a la que no le falta un ápice de dureza. A eso le llamo yo maestría. ¿Nos puedes indicar cómo te has enfrentado a ellos en el momento de tratarlos?
Solo hay una forma elegante de hablar de temas dolorosos, y es a través de un lenguaje poético. Siempre, ya desde mis libros de relatos breves, he tocado temas ásperos, desgarradores o pesimistas, dándoles cierta pátina de lirismo. Me gusta ese contraste, lo paradójico y, al mismo tiempo, lo efectivo que resulta. Es aquello de puño de hierro con guante de seda.
11.- Por mi gran culpa ha ganado un certamen de novela negra, Getafe negro 2020, ¿qué elementos consideras que debe tener una buena novela negra, en general?
Es curioso porque yo no me considero, ni creo que lo seré nunca, un escritor de novela negra. Siempre he huido de los géneros, que como decía el genial Tarkovski, “son más gélidos que un sepulcro”. Además, y creo que esto es un hecho reafirmado incluso por críticos especialistas, la novela negra está muriendo de éxito, es decir, de autocomplacencia, estandarización y falta de originalidad. No quiere decir que no existan voces nuevas, originales y poderosas en el panorama literario noir, sino que, por desgracia, lo que más destacan son productos sin riesgo, cosas que ya hemos leído antes. Así que –y esto sirve para la creación en general, no solo para la literatura, ni tampoco para la literatura de género– lo que más aprecio en una propuesta artística es la inquietud, la innovación y el riesgo. Y creo que, en el caso de esta novela, algo de ello vio el jurado que la consideró merecedora de tan importante premio.
12.- Para finalizar, ¿nos podrías contar cuál ha sido tu experiencia como premiado a nivel personal y promocional de tu novela?
Alzarme con este galardón ha supuesto una alegría inmensa. Hablamos de uno de los más prestigiosos premios literarios del panorama nacional, obtenido, antes que yo, por grandísimos escritores, por lo que es fácil deducir el orgullo que supone. La experiencia está siendo por tanto muy buena. La repercusión mediática, las buenas críticas y la buena acogida están haciendo que sea un verdadero disfrute. No obstante, desde un aspecto promocional, y aunque gracias al premio el libro funciona sin mayores esfuerzos, es evidente que las circunstancias consecuencia de la pandemia suponen un inconveniente importante, dado que, por ejemplo, nos ha impedido la participación en eventos y festivales que otros años han formado parte consustancial de la promoción de la novela. En cualquier caso, como digo, estoy muy contento.
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